TERAPIA FLORAL

Filosofía de Edward Bach

La gran diferencia entre la medicina del Dr. Edward Bach y el resto de medicinas estriba en su filosofía, la cual juega un papel importantísimo. La terapia floral pierde toda su autenticidad si se le suprime dicha filosofía. En ella, la espiritualidad juega un importante papel en la curación de la enfermedad. Es esa gran visión de lo espiritual lo que convierte a la terapia floral de Bach en una medicina absolutamente holística y natural, pues abarca todos los aspectos del ser humano de una manera absolutamente simple y de acuerdo a las leyes de la naturaleza, sin artificios, manipulaciones ni agresiones de ningún tipo, respetando absolutamente toda ley y todo proceso natural.
Para ilustrar un poco la filosofía de Bach, resumiré la conferencia que dio el año 1931 en Southport ante un auditorio de médicos homeópatas. Empezó Bach diciendo que si nuestros aspectos mental y espiritual se encuentran en armonía, la enfermedad no existe. Diferenció entre los remedios que resisten el mal (medicinas que mitigan y apagan los síntomas de una enfermedad) y aquellos que buscan el bien (los que buscan la curación, o desaparición de las causas primeras que producen la enfermedad). De este modo, no es la enfermedad lo que hay que combatir, sino la causa que la produce. Se debe buscar esa causa y eliminarla. Una vez eliminada, los síntomas o enfermedad (efectos) acaban desapareciendo por la ausencia de causante. Explicó Bach: "…el odio puede ser vencido por un odio mayor, pero sólo podrá ser curado por el amor…".
Según dijo Bach, la terapia floral es la continuación de las valiosas investigaciones de Hahnemann, es decir, la homeopatía. En cuanto al origen de la enfermedad, dijo:
"Las enfermedades orgánicas, tales como nosotros las conocemos, son un resultado y un producto final; son la última etapa de algo mucho más profundo. La enfermedad se origina por encima del nivel físico, más cerca del plano mental, y es enteramente el resultado de un conflicto entre nuestro Yo espiritual y nuestro Yo mortal. En la medida en que éstos se encuentren en armonía, gozamos de perfecta salud, pero tan pronto como entran en discordia, surge lo que conocemos por enfermedad.
La enfermedad es pura y exclusivamente correctiva; no es vengativa ni cruel, sino el medio adoptado por nuestras propias Almas para señalarnos nuestras fallas; para evitar que cometamos más errores; para encauzarnos de vuelta por el sendero de la Verdad y la Luz, del que nunca deberíamos habernos apartado.
La enfermedad es, en realidad para nuestro propio bien, y es beneficiosa, aunque podamos evitarla si tenemos una buena comprensión de ella, combinada con el deseo de hacer el bien."
Haciendo caso de estos síntomas, o indicaciones del Alma, es decir, armonizándonos con nuestra Alma, la salud se restaura por completo. Por lo tanto, toda enfermedad es debida a algún error psicológico que nuestra parte espiritual quiere que enmendemos. Después de esto, Bach dio una explicación de lo que debería ser un hospital ideal: "…un santuario de paz, esperanza y alegría. Sin apuros; sin ruidos; completamente desprovisto de todos esos aterradores instrumentos y aparatos actuales; libre de olor de antisépticos y anestésicos; libre de todo aquello que sugiera enfermedad y sufrimiento". Añadió después: "El médico del mañana comprenderá que él, por sí mismo, no tiene poder para curar, pero que si dedica su vida a servir a sus hermanos, a estudiar la naturaleza humana, y así comprender en parte su significado, a desear de todo corazón aliviar el sufrimiento, y a renunciar a todo para ayudar a los enfermos, entonces podrá canalizar a través de él el conocimiento que los guíe y la fuerza curativa que alivie sus dolores. Y aún así, su poder y su capacidad de curar estarán en proporción a la intensidad de su deseo y de su voluntad de servir. Entonces comprenderá que la salud, al igual que la vida, pertenece a Dios, y solamente a Dios; que él y los remedios que usa son meros instrumentos y agentes del Plan Divino para ayudar a los que sufren a regresar a la senda de la Ley Divina. El médico ya no tendrá interés en la patología, o la anatomía patológica, ya que sus estudios se centrarán en la salud. No le importará, por ejemplo, si una deficiencia respiratoria está provocada por el bacilo de la tuberculosis, el estreptococo o cualquier otro organismo; pero sí se preocupará intensamente por saber si el paciente está desarrollando equivocadamente su aspecto afectivo. Ya no se utilizarán los Rayos X para examinar una articulación artrítica, sino que se investigará la personalidad del paciente para descubrir la rigidez de su mente. El pronóstico de la enfermedad ya no dependerá de signos y síntomas físicos, sino de la habilidad del paciente para corregir sus defectos y armonizarse con su vida espiritual…"
Así, el médico, según Bach, deberá ayudar al paciente a armonizarse con su parte divinal. De esta manera, no se tratará la enfermedad, sino al paciente mismo. Para esto, pueden ser de gran ayuda los remedios descubiertos por el mismo Bach:
"La acción de estos remedios se basa en elevar nuestras vibraciones, hacernos conocer los canales de recepción de nuestro Yo espiritual, colmar nuestras naturalezas con las virtudes que necesitamos, y hacer desaparecer de nosotros el defecto que nos está perjudicando…"
Más adelante expresó algunas de las principales causas de desarmonía en el hombre: la codicia y la idolatría. No se refiere a la codicia de bienes materiales, sino a la codicia de poseer la voluntad de otras personas: el hecho de controlar, subyugar o influir sobre algún ser es un hecho muy negativo, pues cada hombre debe seguir solamente los dictados de su alma, de su Yo espiritual. Si interferimos en esa relación, en la conducta o manera de pensar de alguien, le estamos apartando de los dictados de su alma, estamos haciendo que se adapte a nuestros propios dictados, y por lo tanto, estamos colaborando en la gestación de una posible enfermedad en esa persona. En cuanto a la idolatría se refiere al hecho contrario: dejarse llevar por el pensamiento o la voluntad de alguien, actuar de acuerdo a cómo otra persona querría que nosotros actuáramos. De esta manera nos apartamos de los mensajes de nuestra divinidad, y estamos en realidad atrayendo a la enfermedad. Debemos tener en cuenta que sólo nosotros mismos somos responsables de nuestras acciones ante Dios, y que por lo tanto no debemos buscar sino nuestro propio camino en la vida. También dijo Bach que para ser realmente libres y poder desenvolvernos plenamente según nuestra propia divinidad, debemos dejar libres a todos aquellos a quien tengamos tiranizados: sólo obtendremos la libertad cuando no se la quitemos a nadie.
Este es, a grandes rasgos el contenido de la conferencia de Southport. Su obra “Libérese Usted Mismo” resulta también muy interesante. Los títulos de algunos capítulos de esta obra nos pueden servir para hacernos una idea del contenido de la misma: “La salud depende de la armonía con nuestras propias almas”.
“Nuestras almas son perfectas por ser hijas del Creador, y todo lo que nos indiquen que debemos hacer, es por nuestro propio bien“ “Si seguimos nuestros propios instintos, nuestros propios deseos, nuestros propios pensamientos y nuestras propias aspiraciones, jamás conoceremos otra cosa que la felicidad y la salud” “Permitir que otras personas nos impidan escuchar los dictados de nuestra alma, nos provoca falta de armonía y enfermedad. Desde el momento mismo en que el pensamiento de otra persona entra en nuestra mente, nos desvía de nuestro verdadero camino”
“Todo lo que tenemos que hacer es preservar nuestra personalidad, vivir nuestra propia vida, ser capitanes de nuestro propio barco, y todo estará bien” “Una vez que nos damos cuenta de nuestra propia Divinidad, el resto es sencillo”
“Las hierbas curativas son aquéllas a las que les ha sido dado el poder de ayudarnos a preservar nuestra personalidad” “Para ganar la libertad, demos la libertad”.
Hasta aquí, a grandes rasgos, la filosofía del Dr. Bach. Existen más obras escritas por él que nos pueden dar más luz en nuestro camino interior y en el camino de la curación.